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Serie 30 días por América: Parte VII (Final)

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Comenzamos la última etapa del viaje con un entusiasmo tremendo. Viajar por todo México en bus sin sentir que hacíamos algo ilegal y sin el riesgo de ser detenidos por las autoridades nos daba una sensación de libertad muy agradable. Ya solo quedaba la esperada llegada a la frontera con USA y hacia allá íbamos.

De Tenosique a Reynosa:



                                    En la terminal de ADO en Villahermosa, Tabasco
           con Yahima, Oned, Amauri, Yadira, el Pichy, el Flaco, Osmany, Yudel y Tony

Despertamos temprano y salimos los tres y los amigos que liberaron junto con nosotros el día anterior a abordar el bus de ADO hacia Villa Hermosa. Luego de una espera un tanto larga para hacer trasbordo, seguimos camino a Reynosa en un viaje que nos tomaría 24 horas. El tiempo lo aprovechamos en la terminal para comunicarnos por internet con nuestras familias y amistades que estaban pendientes de nuestro viaje y hacerles saber que luego de 2 semanas detenidos ya estábamos en la ruta final. La euforia por la proximidad de la meta y las ansias de comunicación fueron causa de un incidente negativo que más adelante detallo.

El viaje hasta Reynosa fue más bien aburrido y agotador. Luego de una madrugada en vela nos encontró el amanecer transitando por la zona desértica del norte de México, que desde mi punto de vista es lo más inhóspito que vi en todo el camino. La inseguridad que se vive, debido al tráfico de droga e inmigrantes, hace que los retenes sean más rigurosos en esa zona, como el que tuvimos en medio del desierto con militares portando armas largas revisando todas las pertenencias de los pasajeros y otro retén justo antes de llegar a la ciudad.

Llegamos casi al mediodía a la terminal. Mi sentido común me dictaba que no debíamos irnos a la frontera caminando como lo habían hecho otros, para evitar cualquier encuentro negativo con delincuentes o mafias. Todas las ciudades fronterizas entre México y USA tienen algún servicio de transporte público transfronterizo, que la gente utiliza para cruzar hasta la ciudad más cercana del otro lado. Les sugerí a todos explorar esa opción aunque significara gastar algo más de dinero.

Existen varias compañías de buses que hacen el recorrido entre Reynosa y McAllen, la ciudad de Texas más próxima y el costo es de solo $4 dólares, así que compramos boletos y nos dispusimos a esperar comiendo algo antes de seguir, pues las probabilidades eran de que pasáramos un tiempo considerable en el control de frontera mientras las autoridades norteamericanas procesaban nuestras solicitudes. Algunos volvieron a hacer llamadas telefónicas a sus familiares en Miami desde los teléfonos públicos del lugar y yo salí a deshacerme de los pesos mexicanos que me quedaban, en una casa de cambios.

En un rato llegó el esperado momento de subir al bus para cruzar la frontera. La idea era llegar hasta el control fronterizo y allí bajarnos para contactar a inmigración y solicitar la entrada como cubanos. El cruce del Río Bravo fue algo pintoresco y tortuoso debido al enorme tráfico de automóviles que atraviesan esa frontera a diario y el gran número de vendedores ambulantes que hay en toda esa área. Fuera de eso, el viaje en bus fue bien corto. Todos teníamos una contentura contagiosa y estábamos ansiosos por bajarnos de allí. Miren las caras del momento....





Por fin llegamos al punto tan ansiado desde que salimos de Quito, casi un mes atrás. El lugar es nombrado Hidalgo por los norteamericanos y queda en el Condado de Pharr. Nos paramos en la fila para llegar donde los agentes de migración, pero antes de siquiera ubicarnos en la cola una agente desde lejos nos miró y sin haber nosotros pronunciado palabra dijo: ¨¿Cubanos?, pasen por esta puerta¨. Parece que la pinta nuestra era inconfundible allí y fuimos introducidos en un gran salón con ventanillas de atención al público y vista hacia el lugar por donde transitan las personas a las que se le ha permitido la entrada al país. En nuestra imaginación nunca estuvo contemplado que la llegada a la tierra de las oportunidades, fuera a tener un inicio accidentado.

El Tío Sam se hace esperar:


Siete personas integraban nuestro grupo y no había ningún otro cubano en aquel lugar cuando entramos. Pronto el número de compatriotas se fue incrementando y nuestra paciencia disminuyendo, al ver que pasaban las horas y la única acción que habíamos tenido de parte de las autoridades era recoger nuestra documentación y hacernos llenar unos formularios con todos nuestros datos personales y la solicitud para ser admitidos en USA bajo un Parole. No me voy a extender en explicar qué significa esa categoría migratoria y el alcance que tiene para los cubanos, eso lo dejaré para futuros posts . Lo que quiero es hacer una descripción de la situación que enfrentamos allí.

Un refrán muy popular dice que no hay peor cuña que la del mismo palo y eso exactamente nos tocó comprobar ese día 3 de Agosto. De las decenas de funcionarios que vimos trabajando en ese lugar, más del 90 por ciento son latinos nacionalizados norteamericanos o hijos de latinos nacidos en Estados Unidos, en su mayoría de origen mexicano. Eso lejos de ser motivo para la empatía o el acercamiento hacia los miles de latinoamericanos  que circulan por la frontera, actúa como un detonante de las actitudes más prepotentes y los instintos más bajos de algunos de ellos, que al parecer sienten placer al tratar mal a los que infortunadamente tienen algún percance migratorio durante su paso por la frontera.

Nos confinaron en una especie de sala de espera donde habían unos pocos asientos que no alcanzaban para todos y un aire acondicionado que al rato se volvió insoportable, custodiados por un guardia al que cambiaban cada cierto tiempo y al que había que pedirle autorización si uno necesitaba ir al baño. No nos dejaban salir de allí y nadie nos dirigía la palabra a medida que las horas iban pasando. Además estaba prohibido hablar por teléfono o salir a buscar comida. Casi al final del horario de oficina llamaron por su nombre a varios de los que estábamos a la espera y procesaron sus casos. Esos afortunados pudieron continuar su viaje a Miami ese mismo día. Entre ellos estaban mi amigo Oned que salió de Quito conmigo y con Yahima y también el Pichy.

Al resto se nos dijo, después de mucha insistencia de nuestra parte, que no había suficiente personal para procesar a todas las personas que llegamos a pedir entrada y que por ser fin de semana ellos no podían decirnos hasta cuándo estaríamos allí. Después de tenernos todo el día sin comer nada nos trajeron a cada uno una mini hamburguesa y una cajita de jugo, alimento que se repetiría 2 veces al día durante las 48 horas que pasamos varados en aquel lugar.

El problema principal no era lo que nos comunicaban, sino aquello que no decían. Se podía sentir en el ambiente la animadversión de muchos de ellos hacia nosotros, solo por el hecho de ser cubanos y no poder encontrar una excusa para negarnos la entrada. Había una de aquellas funcionarias que no podía ocultar su rechazo malsano hacia nosotros. Cada vez que le tocaba estar de guardia en la entrada del lugar de confinamiento nuestro, se las arreglaba para quejarse de que estábamos alborotando o protestando si se nos ocurría hacer alguna pregunta acerca de nuestros casos. Se la pasaba agregando prohibiciones sobre lo que podíamos o no hacer en el interior de la sala y nos obligaba a estar sentados como si fuéramos niños pequeños.

Alrededor de las 11 de la noche comenzaron a apagar las luces y cerrar las oficinas y se nos dijo que recogiéramos nuestras cosas para llevarnos a otro lugar donde dormiríamos hasta el día siguiente. Nos hicieron atravesar la zona donde ingresan los carros y nos trasladaron a una oficina similar a la anterior, aunque más pequeña y con el mismo aire acondicionado insoportable. Allí  nos dijeron que podíamos tirarnos en el piso a dormir hasta por la mañana. Se imaginarán la indignación que teníamos todos. Cansados por el largo viaje en México, tratados como cosas, casi sin comer y sin un lugar donde poder bañarnos.

La madrugada la pasamos prácticamente en vela. Entre los que nos quedamos sin ser procesados había gente de todos los orígenes. La mayoría procedía de Ecuador y habíamos estado presos en Tapachula y Tenosique, otros venían desde Chile, España y hasta directamente desde Cuba con visa de entrada legal a México. El tema de conversación era principalmente echarle con el rayo a los funcionarios latinos hijos de mala madre que nos habían tocado y la esperanza de que al siguiente día todo se solucionaría.


Arian en la sala de congelación                 Lugar donde nos hicieron dormir en el piso

Las únicas 2 personas amables que nos encontramos allí fueron un guardia de los que nos cuidaban en la sala de espera, que conversó bastante con nosotros y nos hizo su historia de cómo pasó de ser un ilegal a ciudadano americano por haber estado varios años sirviendo en el ejército de Estados Unidos y que estaba estudiando para poder aspirar a otras posiciones en el futuro dentro del departamento de protección de fronteras. El otro era una especie de supervisor que trabajaba en el turno de la noche y que trató de hacernos la estancia allí lo más confortable posible buscando opciones para que pudiéramos descansar y nos trataba con mucho respeto.

Al amanecer del sábado 4 de Agosto nos vinieron a buscar temprano para regresar al lugar donde estuvimos el día anterior. Alguien siempre se las arreglaba para utilizar un celular y comunicarse con Miami. Así fue como supimos las consecuencias de las inocentes llamadas telefónicas en la terminal de buses antes de salir para la frontera. Un pariente de Amaury le preguntó desesperado que dónde estaba, pues había recibido una llamada desde México donde alguien estaba exigiendo un rescate de miles de dólares por dejarlo ir sano y salvo y que en caso contrario lo matarían. Tremendo susto para Amaury y su pariente que al final no resultó en nada serio, pero fue confirmación de los temores que me llevaron a sugerir no ir a pie hasta la frontera.

Lo mismo sucedió con Oned, quien al llamar a su tío después que le dieron el parole y entró a USA, se enteró que el tío lo daba ya por desaparecido y estaba a punto de enviar el dinero que pedía un mexicano que supuestamente tenía a Oned secuestrado.

El Modus Operandi de semejantes delincuentes es sencillo. Merodean en torno a los teléfonos públicos cuando escuchan hablar con acento cubano, toman nota de los nombres que se mencionan y cuando el inocente viajero se retira levantan el teléfono y aprietan la tecla de re-dial para volver a marcar el último número llamado. Cuando les salen del otro lado utilizan el nombre de la persona que supuestamente han secuestrado y mantienen la farsa hasta recibir el dinero y salirse con la suya en esa estafa.

One more day:

La historia del día precedente se repitió el sábado. Todo el tiempo lo pasamos tiritando de frío, pasando hambre y viendo llegar a más cubanos sin asomo de procesamiento para acabar de salir de allí. La mala forma contra nosotros se mantuvo hasta el final.

Al parecer llegó un momento en que los guardias se preocuparon porque se elevaba el número de personas esperando y comenzaron a entrevistar poco a poco a algunas personas y darles entrada al país. Hay que decir que hubo varios compatriotas que hicieron gala de su más refinado individualismo y oportunismo en su procura de ser entrevistados primero que el resto. Gente inventando enfermedades o escudándose en los niños que viajaban con ellos para hacer pasar a una familia de 10 personas, etc, etc. En resumen, ese día también nos tocó quedarnos a dormir en el piso........... y de baño ¿Qué es eso?....

Esa segunda noche cuando nos llevaron a la otra área el supervisor agradable nos dijo a varios de los que llevábamos más tiempo esperando que podíamos entrar a otras oficinas que estaban mejor climatizadas y tenían alfombras donde pudimos dormir algo. La orientación que tenían era seguir procesando solicitudes durante la madrugada para salir de nosotros lo antes posible. De esa manera, al amanecer ya quedábamos pocos  por ser entrevistados.

Lo logramos:

Cerca de las 9 de la mañana llamaron mi nombre y pasé ante una oficial con cara de pocos amigos. Se podía sentir que expedía desagrado hacia nosotros. Como ellos suponían que no entendíamos el idioma inglés se comunicaban entre sí lanzando improperios hacia nosotros. Esta oficial, delante de mi le dijo a otro: ¨¿Has visto cuantos cubanos han llegado desde el viernes?. Tenemos que parar esto de alguna manera¨. 

La entrevista fue un trámite rutinario, ella hacía preguntas y escribía mis respuestas en un formulario en su computadora, que luego imprimió para que yo firmara. Tomaron mis huellas dactilares y me hicieron una fotografía. Luego otro oficial me realizó un registro corporal y me dijeron que ya podía ir donde el agente de control de frontera para entrar a USA. Le pregunté cuándo le tocaría a mi esposa y me dijo que después de mi, pero que no podía esperar allí, que tenía que entrar por el control y esperarla afuera de la edificación.

Agarré mi mochila, le hice una seña a Yahima de que tuviera paciencia, que la esperaba afuera y pasé por frente al oficial que tomó mi parole, lo revisó y me dijo: ¨Welcome to America¨. De esa manera ya estaba oficialmente pisando territorio norteamericano a las 10 de la mañana del Domingo 5 de Agosto de 2012, exactamente treinta días después de salir de Quito, habiendo atravesado 8 países con sus peligros inherentes. Tenía solo una mochila, una cámara fotográfica y 120 dólares restantes de los 2500 con que salimos mi esposa y yo para aquel viaje incierto.

Esperé con impaciencia a la salida de ella, aunque a la vez estaba averiguando cómo era la cosa para seguir desde allí hacia McAllen. Así me enteré que podíamos utilizar los mismos boletos del bus que nos trajo hasta allí para hacer la restante mitad del viaje hasta la ciudad. Quería comprar una tarjeta telefónica para llamar a mis amigos en Miami y a mi madre en Cuba y darles la noticia de nuestra llegada. De tanta euforia ya se me había olvidado el cansancio de las dos malas noches previas. Pronto salió Yahima y otros amigos y ya estábamos listos para seguir.


 


                              Momento de nuestra entrada en USA.
                      Con las mochilas listos para empezar una nueva vida.

To be continued......

Aquí termina el relato de esta etapa. Me siento contento porque todos los que salimos juntos desde Ecuador logramos cumplir nuestro objetivo, aunque en el último tramo nos separaron cosas imposibles de controlar. Daniel, Aida, Claudia y Amanda fueron liberados de Tapachula el mismo día que nos soltaron en Tenosique, pero ellos corrieron con mejor suerte en su entrada a USA por la ciudad de Matamoros y lograron pasar 2 días antes que nosotros. Landy, con su esposa y el niño demoraron más tiempo en Tapachula, pero finalmente ya están también en Estados Unidos, en Texas.

A un año de todo eso tengo ya otras vivencias y temas sobre los que me he forjado una opinión basada en mi propia experiencia de nuevo inmigrante en este país. No cierro el blog al terminar este post, al contrario, estaré escribiendo de otros temas que me parecen interesantes y sobre los que me gustaría generar comentarios y debates. Un abrazo y los espero nuevamente.
















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